Llega el domingo, suave y reposado,
un día de calma y serenidad encantado.
Es el momento de descansar y reflexionar,
de abrazar la tranquilidad, dejar fluir y meditar.
El domingo nos envuelve en su abrazo apacible,
nos invita a desconectar de lo imposible.
Es el día para nutrir el cuerpo y el espíritu,
para encontrar paz en cada momento que se habita.
Es un día de quietud, de disfrutar sin prisas,
de llenar de amor nuestras almas y sonrisas.
En el domingo se atesoran los instantes más preciados,
los encuentros cálidos, los sueños compartidos.
Es tiempo de disfrutar en compañía de los seres amados,
de crear recuerdos que nunca serán olvidados.
El domingo nos regala la oportunidad de soñar,
de dejarnos llevar, sin miedo, sin dudar.
En cada domingo encontramos la escencia del ser,
un espacio para encontrarnos, para renacer.
Es el día en que nuestras almas encuentran sustento,
y nos llenamos de energía, amor y contento.
Aprovechemos cada domingo como un lienzo en blanco,
para dibujar nuestras metas con entusiasmo franco.
Que cada respiración sea un susurro de tranquilidad,
y cada paso una oportunidad de crecimiento y bondad.
Así que, en cada amanecer de domingo, celebremos,
la dicha de estar vivos y en armonía nos envolvemos.
Agradezcamos por la vida y cada simple bendición,
en este día que nos brinda paz y eterna gratitud en acción.
ATT: Wendy Santiago
